Hijos de algún vecino, que a diario manifiestan sus cóleras con gritos, rugidos, golpes y rasguños. Truenan desde el frente, se reproducen como hormigas rojas e invaden con descaro la cochera y los canteros. Gritan, patalean, escupen, quiebran. Miran a las dueñas de Serrano con desprecio y vuelven a gritar, patalear, escupir y quebrar. Una vez y otra. Y otra. Y otra.